Perdido y sin dueño, yendo de
brazo en brazo,
ofreciéndote a todos los
amantes en el filo.
Pero ayer nadie te llamó, ni
contigo nadie jugaba,
ni había público, ni aplausos,
ni falsas manos,
ni oscuras rendiciones; ayer
te quitaste la máscara
y te entregaste, desnudo, a
todos tus principios:
nos sorprendiste fundiendo
nuestras vidas, abrazo.
Precioso homenaje al abrazo. No pertenece a nadie, y sin embargo puede ser de todos. Para recibirlo tan sólo hace falta darlo.
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