En aquella estancia
tan sola y tan tuya,
tan cerca y tan lejos,
me dejé a la debida prudencia
-a los caprichos del
tiempo-,
y en la lejanía
te amé,
como el día ama
cuando empieza la noche
-entregada al espacio
imposible-;
y en aquél día frío -de
manos heladas-
de casi tanto
como el que sufre
el corazón embarrado
en el destierro,
se hubiesen deshecho
los témpanos –digo-
sólo con que tus
párpados
hubiesen acariciado los
míos.
Fotografía Klik Disparos.