En aquella estancia
tan sola y tan tuya,
tan cerca y tan lejos,
me dejé a la debida prudencia
-a los caprichos del
tiempo-,
y en la lejanía
te amé,
como el día ama
cuando empieza la noche
-entregada al espacio
imposible-;
y en aquél día frío -de
manos heladas-
de casi tanto
como el que sufre
el corazón embarrado
en el destierro,
se hubiesen deshecho
los témpanos –digo-
sólo con que tus
párpados
hubiesen acariciado los
míos.
Fotografía Klik Disparos.
Nada podemos contra los caprichos del tiempo pero si algo puede remendar heridas son palabras como las tuyas.
ResponderEliminarUn saludo.
Puedes ponerte en contacto en este correo que ademas figura en la home del blog
ResponderEliminara.estilografica@gmail.com
Un saludo
Jose
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